Pitia | El coraje de emprender
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El coraje de emprender

John Andrew Armour descubrió en 1991 que el corazón tiene una estructura neuronal similar al cerebro, lo que le permite aprender, recordar y tomar decisiones. Por eso, las personas que tienen mucho coraje son aquéllas que están bastante acostumbradas a escucharse a sí mismas, a estar más conectadas con el “sentir” y con su corazón.

“Coraje” viene de la palabra “corazón” y significa “poner en marcha las decisiones que proceden de uno mismo”. La habilidad de estar conectado al corazón es decisiva en el emprendimiento personal y empresarial ya que es lo que va a determinar nuestro éxito o nuestro fracaso. En cualquier caso, ambos resultados son interesantes si conseguimos entender lo que nos ha empujado a obtener un resultado u otro. La contundencia de nuestros argumentos internos marca las estrategias a largo plazo. Cuando el corazón manda un mensaje que escuchamos alto y claro, es más fácil ponerlo en acción ya que el corazón envía el 70% de la información al cerebro.

“El éxito no es el final, el fracaso no es fatal: es el coraje de continuar lo que cuenta”.

Winston Churchill

El coraje no es lo mismo que la obcecación, o ceguera. Si el coraje nos habla de la conexión con el corazón, entonces podemos sentir perfectamente cuando el corazón nos duele o no nos duele, si se expande o se contrae, si nos empuja o nos frena. El coraje está directamente relacionado con la capacidad de ser honestos con nosotros mismos a la hora de enfrentar una verdad. En el sendero del emprendimiento hay que estar tomando decisiones complicadas y de riesgo constantemente.

Cuando hablo de enfrentar una verdad, llamo verdad a una obviedad como un piano, a un suceso que ha estado oculto a nuestros ojos y que cuando aparece, es de una contundencia a veces muy dolorosa. La capacidad de aceptar ese dolor es la que va a marcar la estrategia futura, el éxito o el fracaso. Para mí es fundamental aceptar el dolor de una verdad porque el paradigma siguiente es vital para la consecución de mis objetivos.

“Hay tres cosas que no pueden ocultarse por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad”.

Buda

Voy a poner un ejemplo. Imagínate que en tu proyecto personal o empresarial tienes un colaborador en el que confías ciegamente y que te ha traído buenas soluciones hasta el momento. Pero tu proyecto está frenado, tu colaborador no está siendo capaz de traerte lo que necesitas porque el siguiente nivel es muy exigente y sus capacidades no alcanzan para esta fase. Te lo estoy planteando así y te lo estoy dando hecho, pero la realidad es que si hasta ese momento has confiado plenamente en las capacidades de tu colaborador, con el que te une una confianza indestructible, ¿eres capaz por ti mismo de darte cuenta de que esta persona, para la siguiente etapa, no es la que necesitas y se lo vas a tener que decir?. Ya te digo yo que no de forma inmediata. Primero, porque cuesta muchísimo imaginar que la persona que antaño te ha traído éxitos y en quien confías absolutamente no tiene el nivel para seguir. Cuesta mucho caer en ello, porque antes siempre trajo soluciones y ahora confías en que las vuelva a traer.

Al final, a base de esperar, uno ya va cayendo en la cuenta de que algo pasa y el coraje está en reconocer y aceptar lo que hay, que esa persona ya no nos sirve y necesitamos prescindir de ella o relegarla a otro plano. El corazón lo sabe, duele y si uno se escucha a sí mismo, pondrá en marcha estrategias emocionales para hacer una transición y una despedida saludables. No es un plato de buen gusto, sobre todo si has pasado mucho tiempo al lado de tu colaborador y existe una fuerte vinculación emocional y profesional, pero el coraje de ser honesto te va a permitir salir de una situación de estancamiento. Esta situación es particularmente frecuente, por ejemplo, en el sector de los managers y representantes. La relación profesional con sus clientes puede llegar a tener una profundidad y una intimidad en el campo emocional, de amistad y a veces sentimental, muy complicados de separar.

Otro ejemplo con el que me encuentro frecuentemente en mi consulta es el caso de empresas en los que los socios, además de socios, son amigos o familia. Unos tienden a proteger a otros, que se aprovechan de la disponibilidad de los primeros. Imaginemos que los primeros son los que nunca se enferman ni faltan jamás a su trabajo, y otros son los que siempre les están ocurriendo cosas a nivel personal, y por tanto de salud ya que unos y otros son indisociables. Los primeros cargan siempre con los segundos provocando situaciones de “burn out” (saturación extrema) en la que los resultados del negocio, al depender de la disponibilidad de los socios a los que nunca les pasa nada y cargan con lo que les pasa a los otros, empiezan a estar comprometidos, motivo por el cual vienen a consultarme.

Cuando señalo un comportamiento deliberado de aprovechamiento de unos socios hacia otros, a pesar de los síntomas de agotamiento y enfado de los socios (digamos “protectores”) que se ven saturados de trabajo, su sentido “humanitario” no les permite tener el coraje de aceptar un comportamiento de aprovechamiento deliberado de sus socios. Prefiero ser “amigo” a ser “socio” y esta decisión por supuesto condiciona el futuro de la empresa. Esto lo estoy contando de una manera muy obvia, pero para el socio que recibe la información de que se están aprovechando de él, lo primero que hace, si el apego hacia su socio es fuerte, es rechazar de plano esta realidad. A veces hace falta que el tiempo termine de colocar las piezas del puzzle para que el dolor se suavice y, el coraje de poner a cada cual en su sitio, actúe.

“Si pasas por el infierno, sigue adelante”.

Winston Churchill

La siguiente acepción de coraje tiene que ver con la confianza que se tenga en sí mismo, y en el mundo de la empresa donde una mala decisión puede llevar a la quiebra y a la ruina, hechos que están a la orden del día, tener el coraje de emprender independientemente del resultado obtenido ya debería de hacernos sentir orgullosos de nosotros mismos.

Hasta hace muy poquito tiempo, el éxito se medía única y exclusivamente por la cuenta de resultados. El único directivo bueno es que obtenía las mejores cifras para sus empresas. Sin embargo el paradigma está cambiando y lo que se está empezando a calibrar es la cantidad de veces que uno se ha levantado de un fracaso. Ese es un índice de coraje inestimable. También se está empezando a tener en cuenta la cantidad de años que tu empresa lleva en el mercado, a pesar de no haber despuntado. La capacidad de supervivencia por tanto es otro medidor del coraje porque lo que se prima es la capacidad de haber sorteado los ciclos económicos más difíciles.

El coraje en el emprendimiento está directamente relacionado con el largo plazo.

“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”. 

Charles Darwin

El coraje está también relacionado con lo novedoso y lo transgresor. El dinero es muy miedoso y si un proyecto no ofrece una rentabilidad casi inmediata, es muy difícil conseguir inversión o créditos que lo financien. Y el dinero es miedoso porque lo manejan las personas, que son en realidad las que son miedosas. Tener una idea distinta puede ser lapidario en algunos momentos históricos o económicos porque será difícil no oír todo tipo de argumentos en contra del mismo, lo cual nos puede hacer perder la fe si no estamos muy conectados a nuestro corazón y tampoco disponemos de una gran dosis de coraje. ¿Cuántos “locos” han pasado por la historia con sus invenciones? Algunos tuvieron que renunciar a sus proyectos para no poner en peligro su vida (Galileo), otros no pudieron ver cómo sus dispositivos funcionaban siglos después (Leonardo).

El coraje de crear y de inventar es soportar parecer un loco, padecer tanto la indiferencia, como las palmaditas paternalistas de “todavía eres joven” o en el peor de los casos, la burla, el reproche y la bronca de los inversores que no han tenido los beneficios que esperaban de tu proyecto.

Para la medicina tradicional china, el corazón es el órgano emperador del cuerpo. Es el “péndulo maestro”, el órgano que consigue sincronizar a todos los demás órganos, incluido el cerebro.

Cuando el corazón tiene toda la libertad para expresarse con el individuo, la dosis de coraje es inagotable permitiendo al emprendedor emocional y empresarial seguir su camino con fuerza, ganando cada vez más confianza, autoestima, creatividad y conexión interior.

Lo impredecible y los nuevos desafíos se convierten entonces en retos a desafiar con imaginación y soltura. Sin embargo, si los ruidos de nuestra mente (“el mono loco” para los budistas) son la única música que escuchamos todos los días, el coraje de emprender se irá apagando paulatinamente como una vela.

“Sin coraje, no puedes practicar ninguna otra virtud. Tienes que tener coraje, coraje de diferentes tipos: primero, coraje intelectual, para ordenar diferentes valores y decidir qué es lo correcto para seguir. Tienes que tener coraje moral para cumplir con eso, no importa lo que se interponga en tu camino, sin importar el obstáculo y la oposición”. 

Indira Gandhi

 

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