Pitia | Acepta el desafío
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Acepta el desafío

 

“El espíritu humano es más fuerte que cualquier cosa que le pueda suceder.”

C.C. Scott

 

Soy una mujer de grandes desafíos. No lo he elegido conscientemente, porque los desafíos requieren mucha fuerza, mucha paciencia, mucha soledad, muchos esfuerzos, muchos recursos y mucho tiempo. Visto así, la recompensa tiene que ser grande porque sino, no se entiende. A menos que uno sea masoca, que esa posibilidad también existe.

Los intercambios emocionales en la familia

Las personas que aceptan grandes desafíos son una especie muy tenaz y con mucho amor propio. Cada cual está diseñado para realizar un determinado tipo de tareas porque tiene, inherentemente, un determinado tipo de habilidades adquiridas en primera instancia, en su entorno familiar. Los intercambios emocionales en la familia nos van a programar para defendernos de cierto tipo de emociones, pero también para adquirir muchas habilidades en otras. Un desafío infantil puede ser por ejemplo, querer hacer sonreír a un papá o a una mamá en duelo constante. O congelarse ante cierto tipo de violencia emocional, verbal o física. O seducir para conseguir que los demás nos bailen el agua….

Por otro lado, también están los entrenamientos emocionales directos e indirectos recibidos en la familia. Ver a los progenitores trabajar y luchar por unas metas concretas, nos conviertes en espectadores de lujo de una manera de hacer las cosas que nos va a marcar para siempre.

Así que aceptar los desafíos nos viene de muy pequeños. Muchas veces (¿no os pasa?) vemos a alguien sufrir a muerte por lograr una cosa y te dices: ¡vamos! ¡eso no lo hago yo ni de coña! ¡no me meto yo en esa movida para nada!…. y tiempo más tarde te ves metido exactamente en esa misma movida que, aparentemente, rechazabas por completo.

Sí, esa es la condición humana.

Identificar el objetivo del desafío

Como no podemos combatirnos a nosotros mismos, te voy a proponer mi método. Te lo propongo porque a mí me funciona muy bien y además, sé que funciona muy bien. De hecho, una de mis habilidades profesionales es hacer que cada cual acepte su propio desafío. El que haya elegido. A veces este desafío es muy consciente y a veces aparece después de hacer unas cuantas reflexiones. Podemos creer que tenemos un objetivo muy claro y, de repente, aparece “el objetivo detrás del objetivo”. Es decir, que nuestro objetivo real está oculto detrás de otra meta que aparentemente parecía ser nuestra meta real.

Es que ya lo sabes, el ser humano es un bicho bastante complejo y retorcido.

En primer lugar, a la hora de aceptar un desafío, tienes que identificar CLARAMENTE lo que esperas obtener después.

Ten en cuenta que los desafíos suelen tener un plazo de duración mucho más largo del que tú te crees. No es coser y cantar. En el mejor de los casos, tu desafío se cumpliría en el tiempo estimado. Sin embargo, más que previsiblemente, este plazo se puede alargar por causas que no dependan estrictamente de tu voluntad. Precisamente, omitir este dato puede conducirte a varias crisis que retrasen alcanzar tu meta.

Saber el por qué

El segundo paso es ver los porqués de ese desafío. ¿Por qué me meto yo en esta historia? Hay una causa consciente y luego hay otra inconsciente. Ten muy claro que lo que va a determinar que aguantes carros y carretas, no son las razones conscientes, sino las inconscientes.

Por ejemplo, quiero estudiar a fondo para aprobar este examen, oposición… Esta es la primera causa: lograr un título que te permita algo. Pero luego puede haber otras cosas (algunas no visibles) que determinan tu desafío, como verte a ti mismo capaz de algo, obtener el reconocimiento de tu entorno, modelizar a alguien a quien admirabas mucho, tapar la boca de otra persona que te despreciaba, adquirir confianza en ti mismo para avanzar hacia unas metas más ambiciosas, lograr la atención de alguien, paliar tu falta de autoestima… y eso hará que, si no logras aprobar el examen en cuestión, te desanimes en mayor o menor medida.

Porque no será la nota la responsable de tu malestar, sino los sueños y ambiciones de compensación ocultos en tu cerebro. Además, si no logras este primer paso, también se pueden recrudecer los conflictos internos y externos, si es que no logras superar tu desafío.  Puedes sentirte humillado por ti mismo y por las personas a quienes pretendías dar una lección.

El por qué nos metemos en una historia determinada suele ser un juego de compensaciones emocionales. Detéctalas bien, date tu tiempo para meterte en lo más profundo de tu alma, porque cuanto más claro y más honesto sea este análisis, menos sorpresas desagradables te llevarás.

Tienes que ser inteligente emocionalmente. No te puedes contar mentiras. Tengo varios audios hablando de este tema. Hablo del cinismo y el cretinismo, de la manipulación emocional, de las mentiras, así que no me voy a extender aquí sobre el tema. Si quieres, los escuchas mientras haces algo. Te lo recomiendo si quieres completar la información que te doy aquí.

Tener claro tus recursos

La tercera fase de los desafíos tiene que ver con los recursos. El tiempo es uno de ellos y la paciencia, el otro pilar. Si eres alguien impaciente vas a sufrir muchísimo. Las personas impacientes suelen tener una bajísima tolerancia a la frustración y por tanto, una propensión enorme al enfado. Estar permanentemente frustrado y enfadado hace que abandones sucesivos desafíos y culpes a los demás de tu falta de tolerancia hacia ti mismo. De eso pecamos todos. Pues peca poco si no quieres amargar a tu objetivo, a tus recursos, a tu familia, a tus colaboradores, a tu mascota y a todo lo que te rodea.

Mira “tu pedrada”. También tengo un audio sobre “Las pedradas”. Tus puntos ciegos, tu incontinencia emocional, tu falta de objetividad y realismo con respecto a los análisis que haces, son el camino directo al fracaso.

acepta el desafío

Esto va a mermar también tu capacidad para tomar decisiones rápidas y eficientes para redirigir tus estrategias. Te vas a colapsar el cerebro con pensamientos tóxicos y te vas a quedar totalmente bloqueado. Si esto ocurre, párate, no sigas haciendo el canelo.

Una buena dosis de parón, si la sabes aprovechar, puede provocar la iluminación. Pero no te engañes: si ves que no te iluminas, pide ayuda. Eso es una iluminación. Ser capaces de pedir ayuda. Y ese puede ser el desafío real, eso que he mencionado al principio del “desafío detrás del desafío”. Un desafío oculto puede ser haber llegado a una situación donde realmente el desafío, te conduce a tener que pasar por una circunstancia en la que nunca te quisiste ver y ser capaz de vencer la situación. Ese sería el desafío real, el que en un primer momento estaba oculto detrás de otra meta.

Aquí llega para mí una de las partes más trascendentales para aceptar un desafío. He hablado de la parte mental y de la emocional, pero diría que la parte más relevante es la parte espiritual de la condición humana.

 

“Así como una vela no puede arder sin fuego, los hombres no pueden vivir sin espiritualidad.”

Buda

 

Permítete rezar. No puedes olvidar la parte espiritual de tu vida. Esta fase individual es muy importante en la evolución de la humanidad. Boticcelli decía que crear belleza le acercaba a Dios, que Dios estaba en la belleza. Y ese diálogo con Dios tan particular le hizo ser un canal para que nuestros ojos se extasíen, todavía hoy, ante su prodigiosa obra. Van Gogh decía algo similar también:

“La mejor manera de conocer a Dios es amar muchas cosas.”

Vincent Van Gogh

 

La parte espiritual del desafío

Hemos perdido la costumbre de rezar. En las sociedades occidentales se ha menospreciado el verdadero sentido de la espiritualidad. No te digo que reces a ningún Dios en particular. Reza a quien te dé la gana. Los rezos sirven para abandonar el estado mental y permitir que el cuerpo, mediante un mantra (el tuyo), mediante un abandonarse a “algo superior” (lo que tu consideres), mediante un reconocimiento a que eres un ínfimo elemento dentro de un sistema muy superior al de tu EGO, adquiere cierta paz y cierta tranquilidad para dejar de querer controlarlo todo.

El hombre reza desde que tiene consciencia y esos rezos le permiten reconectarse con la parte divina que todos llevamos dentro. No te olvides. Somos cuerpo, mente y también ESPÍRITU.

Yo rezo mucho. Me alivia. Rezo porque si echo la vista atrás a mi vida, que ha estado plagada de sobresaltos y grandes desafíos, cuando le he pedido algo a esa fuerza superior (yo le llamo “El Gran Espíritu”), con retrospectiva me he dado cuenta de que mis deseos han sido concedidos de las maneras más increíbles, inverosímiles y alucinantes.

Tengo anécdotas para aburrir con este tema. Es una especie de “magia”. Tal vez al rezar esté activando el que mi cerebro se desconecte del control y aparecen, como si fuera un milagro, las soluciones. Tal vez al rezar estoy generando nuevos campos de conexión (campos morfogénicos de información) que permiten una conexión con campos diferentes, con los que estaba conectando antes (Ver artículo: Pensamientos disruptivos y su repercusión en el cuerpo”) Esto puede pasar, no lo dudo. Pero me gusta pensar que existe un ORDEN, a veces incomprensible para la estrecha mente humana, una meta-consciencia que se hace muy visible cuando aparecen estos milagros.

He reflexionado mucho sobre este tema y he llegado a mi propia conclusión, avalada por todos los sabios de la Antigüedad que no me canso de citar, de que efectivamente este ORDEN, opera. Así que en mis desafíos permito siempre la variable “deja que ese ORDEN se manifieste cuando no sepas qué hacer, Martita”.

Y aparece. En este preciso momento de mi vida estoy justo en esa etapa. Soy consciente de mis desafíos, de mis estrategias, de lo logrado hasta el momento, pero me falta algo que no consigo entender o alcanzar. Así que he recurrido a los rezos a mi buen amigo “El Gran Espíritu”, que tantas veces me ha mostrado el camino, los recursos y las soluciones. Y no veas qué descarga tengo, porque ando agotada, sinceramente.

Los chamanes dicen “Ten cuidado con lo que le pidas al Gran Espíritu, no vaya a ser que te lo conceda”. Como ya me he pillado los dedos varias veces, he aprendido a pedir. Yo le digo: “Gran Espíritu, como tú eres infinitamente más listo que yo, tráeme lo que tu consideres necesario”.  Es que te repito, la mente humana es muy estrecha (aunque yo me tengo por una tía muy muy inteligente), y yo sé que la Vida es muchísimo más sabia que yo y por tanto me va a traer “eso” que yo necesito exactamente.

La sabiduría del Gran Espíritu

Fíjate, te voy a contar una de esas anécdotas sorprendentes. La muerte de mi madre me dejó con un estrangulamiento de liquidez terrible. Heredé cierto patrimonio digamos “envenenado”, ciertas inversiones que eran ruinosas y que mi economía no podía sostener de ninguna manera. Sufrí mucho por esto, mi nivel de vida se mermó atrozmente. Una de esas cosas que heredé fue una casa ruinosa que necesitaba un arreglo desmesurado que no me podía permitir, para por lo menos alquilarla o venderla en mejores condiciones.

No sabía qué hacer, estaba desesperada, triste, en duelo y enfadada. Pero un día me levanté de la cama, le recé al “Gran Espíritu”, a mi madre que acababa de fallecer, cogí el bolso y me fui al banco a la desesperada. Era un caluroso día de julio, un 25 más exactamente. Mi sucursal era pequeñita. Ese día, sólo estaba la directora, una chica jovial, amable, que casualmente se llamaba como yo, Marta, y que yo no había visto nunca.

Me atendió muy solícita. “¿Para qué quieres un crédito?”. “Para arreglar una casa ruinosa. No tengo liquidez”. “¿Y porqué no la vendes?”… “Porque antes la tendría que acondicionar mucho”

“Oye, ¿y esa casa tuya no estará por Moncloa verdad?”. “Sí”, contesté yo sorprendida. “Oye, y esa casa no estará cerca de la calle…..” “Sí, hace justo esquina con esa calle”, volví a contestar yo aún más sorprendida. “Pues mira, mis tíos que viven en Asturias, están buscando una casa para mi primo, que viene a estudiar a Madrid justo en esa zona. ¿Me enseñarías el piso?”

O sea, ¡¡¡¡¡qué flipe!!!! ¿Vosotros sabéis lo que es no saber si estás soñando? La conversación que estaba teniendo era entre surrealista y lo siguiente. De repente me encontraba con alguien que quería un piso en la calle donde yo tenía mi casa, sin haberlo buscado. No sé si lo había soñado, pero era real. Una hora antes, estaba desesperada en mi casa. Una hora después, tal vez había vendido el piso. Increíble.

Le contesté que encantada, pero que se la tenía que enseñar mi marido el martes de la semana siguiente, porque el lunes yo sufría una operación de espalda por el terrible accidente que había sufrido estando embarazada de mi hija unos meses antes. Había conseguido milagrosamente llevar a término mi embarazo, pero por dentro estaba rota y necesitaba urgentemente una reparación de mis vértebras. Es que, además de mi situación económica, estaba ROTA por dentro y recién parida. Sin fuerzas, dolorida y preocupada.

Tal cual. El lunes me operan, el martes mi marido enseñó el piso y el martes por la noche, recibí una llamada de Marta: “¿Cuánto pides?”. El precio me salió del corazón. El que el Gran Espíritu me sopló, no lo pensé. Estuvo de acuerdo. “Mañana tienes las arras en tu cuenta, en cuanto te levantes de la cama firmamos la compra”.

Firmé la compra el día 29 de julio. El día de mi santo. Cuatro días más tarde de aquél día que salí de mi casa a la desesperada.

Os cuento esto y se me llenan los ojos de lágrimas de agradecimiento a la Vida. ¿Casualidad? Tal vez. Pero he tenido muchísimas casualidades de esas. Así que cuando se repite un patrón de casualidades, tal vez deja de ser una casualidad para convertirse en un modelo o en un patrón de funcionamiento.

El desafío forma parte de tu sistema

Por último, trata cualquier desafío que se te presente o que elijas conscientemente como un elemento que forma parte de tu sistema. Tú formas parte de varios sistemas (Ver artículo ¿Qué es el coaching sistémico?”) y, los desafíos, son elementos que se incorporan a ellos y que hacen que los demás elementos de tus sistemas se vayan moviendo hacia otros lugares. Los elementos de los sistemas tienen unas fuertes lealtades (vínculos) conscientes e inconscientes y los desafíos, en gran medida, nos sirven para compensar y respetar esas lealtades.

Identifícalas.

Las lealtades nos dan un fuerte sentido de pertenencia porque nos identifican con emociones, actos y vidas de nuestros ancestros. Los desafíos reafirman esas lealtades y esas vinculaciones con nuestros sistemas familiares. A veces crees que tu vinculación va en sentido contrario pero no te engañes, eso es de forma aparente. Todos los caminos conducen a Roma.

Los desafíos nos definen.

Para mí es un desafío poder hacer una producción literaria y vocal que pueda captar tu atención para enseñarte cómo funciona el inconsciente. Ese ORDEN metafísico y tan terrenal que guía tus experiencias de vida. Esto implica muchos otros desafíos: el de ser honesta conmigo misma, el de ser vulnerable, el de escucharme, el de ser paciente, el de mostrarme, el de exponerme, el de confiar, el de ser libre.

Es un desafío que honra a mis ancestros, que me honra a mí misma y que me lleva a sentirme plena contigo, que estás aquí conmigo.

GRACIAS.

Tú haces que mi desafío merezca la pena y por eso voy a procurar siempre darte lo mejor de mí, en honor a los momentos que me dedicas. Espero que cuando aceptes un desafío, estas palabras te hayan servido de guía.

 

“Es a través de la gratitud por el momento presente que se abre la dimensión espiritual de la vida.”

Eckhart Tolle

 

 

 

 

 

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